Nos encontramos en medio de una derrota táctica que podría transformarse en estratégica si no corregimos el rumbo. El resultado electoral del plebiscito de salida (62% rechazo) y de la elección de consejeros constitucionales (62% a favor de la oposición), además de la imperdonable corrupción, evidencia una alarmante desconexión de la política democrática y antineoliberal con las mayorías sociales, poniendo en riesgo el proyecto transformador, y con ello, la estabilidad y progreso del país.
La política predomínate en la actualidad –asediada desde el día uno- ha cometido el error de centrarse en un nicho específico, descuidando la conexión con las mayorías sociales y ciudadanas. Este error ha abierto un espacio fértil para la restitución autoritaria. Es urgente salir de la zona de confort y disputar los sentidos comunes para fortalecer la democracia y el proyecto transformador –en los territorios-, única forma de revertir la campaña de mentiras (fake new) de la derecha.
El gobierno ha demostrado un compromiso con los derechos sociales mediante la implementación de medidas económicas y laborales significativas. El aumento del salario mínimo y la reducción de la jornada laboral reflejan un enfoque en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. La aprobación del royalty minero indica una postura más justa en la distribución de los recursos públicos. Además, la adquisición de terrenos para el Plan de Emergencia Habitacional, la entrega de cerca de 65.000 viviendas y el inicio de obras en más de 130.000 refleja una preocupación y acción concreta en el ámbito de la vivienda, pilar fundamental en la calidad de vida de las familias populares.
La promesa de Gabriel Boric de enterrar el neoliberalismo y convertir a Chile en una democracia con un Estado Social de Derechos requiere de un plan estratégico. La reconexión con las mayorías sociales y ciudadanas no es un esfuerzo aislado, sino un proceso multifacético que incluye la revalorización del trabajo político, la conquista activa de derechos sociales y una militancia comprometida –en la base- y orientada por un plan de acción.
El repliegue no es un retroceso, sino una acción consciente y planificada. La elección cuidadosa de las luchas, la consolidación de fuerzas y la preparación para los desafíos futuros son elementos clave en este ajuste táctico. La fase de repliegue también debe incluir una dedicación de tiempo a la formación política, desarrollando vínculos más fuertes con las comunidades locales, y construyendo alianzas con otros grupos y organizaciones, en otras palabras, creemos que es necesario fortalecer la fuerza propia.
La recalibración y el reagrupamiento a través del repliegue no son una retirada, sino un proceso de reorganización. Esta fase permite construir una base sólida para enfrentar los desafíos futuros con perspectiva de victoria. Las lecciones aprendidas se convierten en la base para una estrategia efectiva, conduciendo a una recuperación de fuerza y un avance significativos en la lucha por una democracia social y un Estado de Bienestar en Chile, es decir, una política capaz de abordar y resolver los problemas que más afectan al pueblo.