Editorial: El gobierno y el pueblo

por Administrador(a)

Hemos conmemorado 50 años del golpe de Estado, no fue lo que debió ser, pero permitió poner límites a la ofensiva autoritaria de la derecha. Como movimiento, reivindicamos la historia y el proyecto popular, es decir, el aprendizaje alcanzado en décadas de organización y lucha concreta, y las formulaciones políticas que de ellas emanaron. El país ha cambiado mucho en estos años, no creemos que se deba copiar mecánicamente las acciones políticas del pasado, pero tampoco creemos que la historia haya comenzado con nosotros.

En los momentos determinantes del 11 de septiembre de 1973, Allende pensó en el pueblo, señalando:

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños (…) Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

No podía ser de otra forma porque para el compañero presidente lo fundamental en política era el pueblo.     

La vía chilena al socialismo fue la síntesis o articulación de impulsos transformadores en el ámbito de la política institucional y en la esfera de lo social. La lucha política y la lucha social se constituyeron y coordinaron para democratizar el poder político y económico-social. Lo político y lo social tendieron a la unidad. 

El golpe de Estado y la dictadura tuvieron por misión romper esa unidad, desarticular lo político de lo social, romper el tejido político social que daba fuerza al proyecto revolucionario.

Democratizar, superar el neoliberalismo, requiere de reconciliar la política con el pueblo. La desafectación política en los sectores de trabajadores y populares es amplia y permite el avance del autoritarismo. No interesarse en las mujeres populares, como sí lo hizo Allende, es un error político mayor que se ha prolongado demasiado en los nuevos partidos progresistas y de izquierda. Este desinterés ha llegado, incluso, a tomar forma de menosprecio o maltrato en eventos públicos como la “celebración” por resultados de primera vuelta presidencial o la reciente marcha al cementerio, que no pueden volver a repetirse.

El pueblo organizado no puede ser entendido como mera base de apoyo electoral, a-critico, una suerte de masa cautiva y leal a toda prueba, así, como los partidos y el gobierno no pueden ser entendidos como meras plataformas para proyectos personales o de grupitos de amigos.      

El gobierno y el pueblo deben ser entendidos como aliados, aliados genuinos, donde partidos y organizaciones actúan coordinados tras un programa de transformaciones.

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