Esta semana se da inicio a la celebración de las fiestas patrias y a la campaña presidencial. Dos hitos que a primera vista podrían considerarse desvinculados, sin embargo, como mostraremos, se encuentran estrechamente relacionados.
El 18 de septiembre de 1810 se dio inicio al proceso de independencia nacional con la primera junta de gobierno. A partir de este hecho, el dominio español comenzó a quedar atrás y nuestra sociedad se fue configurando como una república independiente, cada vez más democrática; como pueblo dejamos de ser súbditos y comenzamos a ser nacionales, desde entonces, iniciamos la larga lucha por la ampliación de la ciudadanía y la democracia, esto es, por nuestros derechos.
Como sociedad, nos hemos constituido en este largo proceso de lucha, con todas sus contradicciones, identificándonos en la nación, la ciudadanía, la clase social y otra serie de identidades, diversas, pero fundantes.
En este largo proceso de lucha por derechos y democracia el uso de símbolos patrios ha sido fundamental, por ejemplo, en la disputa por el sentido de la conmemoración del primer centenario en 1910, el uso de la bandera chilena en las tomas de terrenos en el siglo XX, en la resistencia contra la dictadura de Pinochet o la transición a la democracia. La condición básica de nacionales se transformó en un piso de nuestras luchas históricas: “también somos chilenos y chilenas, tenemos derechos”, es una consigna que nos ha acompañado en estos siglos de lucha.
Hoy, como sociedad, debemos definir la conducción del país, es decir, a la próxima presidenta de Chile, y como pueblo, nos debemos movilizar por quienes representen genuinamente nuestros intereses y derechos, esto es, por quien defienda y amplié la democracia y los derechos sociales. Jeannette Jara es sin duda dicha opción.
En esta disputa política, que parte hoy, tenemos que apelar a los elementos fundamentes de nuestra identidad como pueblo y sociedad. La bandera chilena no le pertenece al pinochetismo o a los mal llamados patriotas, es decir, a la extrema derecha, es nuestra; Allende y muchos otros compañeros ofrendaron sus vidas por ella, en La Moneda el 11 de septiembre, en campos, fábricas y poblaciones populares a lo largo de estos años.
La necesaria reconexión con las amplias mayorías populares implica hoy, acercar, y no alejar, lo nacional de lo popular. La campaña debe integrar estos componentes simbólicos fundantes para el pueblo. Ganar los corazones y conciencias de las clases trabajadoras requiere un mensaje que conecte y oriente los sentidos comunes populares. El mensaje debe hacer sentido al ciudadano de a pie, a la vecina de la esquina, al trabajador “común y corriente”. Dicho en una frase, Para que tengamos una patria y democracia para el pueblo, debemos conectar los símbolos nacionales con las demandas populares
Ukamau – Chile
18 de septiembre 2025