La campaña presidencial comenzó y las fuerzas progresistas y de izquierda tenemos en frente un enorme desafío: conquistar “las mentes y corazones” del pueblo, en particular de los sectores populares que habitualmente no votaban.
Después de tres décadas (1989 – 2021) de caída permanente de la participación electoral (del 90% al 50%), la tendencia se revirtió abruptamente en 2022 con la instauración del voto obligatorio universal en el marco del plebiscito constitucional de salida. Así, el promedio de participación se elevó a 84% lo que significa que más de 13 millones de personas asisten a votar desde entonces. Entre los nuevos votantes se encuentran amplios sectores populares despolitizados.
Este segmento del pueblo desconfía de las instituciones y lo partidos políticos, por lo que tiende a expresar distancia o rechazo a propuestas políticas que no se vinculen directamente con sus necesidades materiales cotidianas, como la seguridad o el costo de la vida, mostrando una conducta electoral pragmática (no ideológica), dispuesta a moverse sin complejos entre opciones de derecha o izquierda.
Esta distancia o rechazo popular puede alejar a militantes progresistas y de izquierda cuya cultura política se ha desarrollado en torno a nichos de clase media alta urbana o a grupos “cerrados de convencidos” (sectarismo ultraizquierdista), sin embargo, la crisis de 2019 y su salida política en 2020-2022 terminó por incorporar a una franja importante de militantes sociales y políticos a la lucha reivindicativa y político-institucional.
Estas organizaciones políticas populares han constituido bases de apoyo sociales amplias, en comités de vivienda y otros tipos de organismos sociales, en donde se encuentra el votante popular no habitual. Vale decir, existe un segmento del “nuevo” votante popular que es parte de movimientos populares con proyectos reivindicativos y políticos. En estas asambleas de pobladores, comisiones y comités se debe realizar un trabajo político que permita disputar y ganar “mentes y corazones” populares a la extrema derecha (Matthei-Kast)
Un gobierno de extrema derecha no solo desplazará al progresismo y la izquierda de la institucionalidad sino, principalmente, generará condiciones favorables (autoritarismo) al capital para restar derechos sociales a las clases trabajadoras. En el fondo es eso lo que buscan. Además, no realizar este trabajo político en nuestras asambleas debilitará la comunidad que luego se constituirá en nuevos barrios.
Se debe tener presente que el déficit en la concreción de la demanda popular se explica en buena parte por la capacidad que ha tenido la derecha de frenar la acción social de los gobiernos locales y del gobierno central. La captura de las instituciones por la extrema derecha vendrá solo a consolidar este retroceso social que afectará directamente a nuestra gente.
Ni el voto nulo ni la abstención son efectivos en frenar a la extrema derecha. De igual forma, se han mostrado insuficientes las candidaturas testimoniales, “puras” en lo ideológico, pero limitadamente incidentes en lo político. La opción competitiva de Jeannette Jara, mujer de izquierda y popular, debe ser el “caballito de batalla” en la conquista por el voto masivo popular
Ukamau – Chile
26 de septiembre 2025