Esta semana se han inscrito las candidaturas para las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales del 21 de noviembre.
Para la presidencial las principales cartas son Sichel (derecha), Provoste (centro) y Boric (izquierda). Las dos primeras opciones buscan restaurar y administrar el modelo neoliberal, mientras que la tercera (Boric) se presenta con un programa de transformaciones con la coalición Apruebo Dignidad.
Otras opciones menos competitivas son Kast del ultra derechista Partido Republicano, MEO del Partido Progresista (ex Concertación), Ancalao de la debilitada La Lista del Pueblo, Artés de Unión Patriótica, Parisi del Partido de la Gente y Lorenzini como independiente. Estos dos últimos con discursos mesiánicos de “capitalismo popular”.
Lo más probable es que entre Sichel (piñerismo, sin Piñera), Provoste (DC, concertacionismo) y Boric (bloque anti neoliberal) se encuentren las dos candidaturas que pasen a segunda vuelta. De ser así, el futuro gobierno de Chile será de restauración (Sichel o Provoste) o transformación (Boric).
Para esta nueva contienda electoral las principales fuerzas políticas se han agrupado de la siguiente forma: Chile podemos más (UDI, RN, Evopolis y PRI), Nuevo Pacto Social (DC, PS, PPD, PR, PL, Ciudadanos y Nuevo Trato) y Apruebo Dignidad (PC + FA), es decir, en dos polos de administración neoliberal y uno de transformación.
En este marco, creemos que, para avanzar en poner fin a los abusos, injusticias y desigualdades neoliberales, Apruebo Dignidad debe llegar al gobierno y alcanzar la mayor cantidad posible de parlamentarios y consejeros regionales. Dentro de esta alianza política es importante la conformación de un polo de izquierda que favorezca los intereses de las clases trabajadoras y populares. En dicho empeño nos encontramos.
Por otro lado, vemos con preocupación cómo se profundiza la distancia entre las fuerzas políticas y el pueblo, el divorcio entre lo político y lo social. Observamos un ensimismamiento de las organizaciones políticas que las alejan de las personas que viven de su trabajo. Una expresión de esto es la deriva electoralista de fuerzas progresistas y de izquierda.
No habrá Convención, Congreso o gobierno que garantice la superación del neoliberalismo si no cuenta con el apoyo organizado y movilizado del pueblo. Pretender realizar las transformaciones que el país necesita solo desde la institucionalidad es un error, y utilizar un discurso de trasformaciones para legitimar un mero recambio generacional de la administración del modelo es una traición inaceptable.
Las disputas centrales por el poder -verificadas en buena parte en la institucionalidad- se deben dar, pero para romper la exclusión política del pueblo, para integrar en las grandes decisiones a trabajadores y populares, y no solo para conseguir cuotas de poder. El proyecto político transformador debe existir como práctica concreta y debe tener raíces profundas en las clases trabajadoras y populares, en los movimientos sociales y ciudadanía, en las regiones y comunidades.
Fortalecer las capacidades políticas del pueblo sigue siendo una tarea fundamental. Por ello, en este momento político hemos decidido (luego de la deliberación del ampliado nacional del movimiento) no competir en estas elecciones. Nos concentraremos en hacer más fuerte nuestra herramienta política, contribuir en la articulación del movimiento popular y en fortalecer y politizar las luchas del pueblo (vivienda, agua, costo de la vida…), es decir, en constituir la fuerza necesaria para disputar la institucionalidad que nacerá de este ciclo de transición.
Editorial Ukamau
Miércoles 25 de Agosto 2021