Ya hemos dicho que, luego del contundente triunfo del Apruebo y la Convención Constitucional se deben abordar los problemas sociales concretos que afectan a la sociedad y que están a la base del “estallido social”. Esta agenda corta puede prefigurar en términos programáticos o políticos los cambios que se implementarán en el mediano o largo plazo vía proceso constituyente. Los problemas laborales, previsionales, de salud, vivienda y acceso al agua… serán las causas de movilizaciones específicas en el corto plazo en la medida en que no sean resueltos por la política pública, por ejemplo, a través de una reforma tributaria redistributiva.
Ahora queremos centrarnos en la manera de abordar el proceso de cambio constitucional. En primer lugar, creemos que este es el momento para elaborar y proponer el programa de cambios que levantarán las candidaturas. En este sentido, vemos con atención la posible suplantación que podrían hacer los “expertos” o “rostros de TV”, mal llamados “independientes”, de la soberanía del pueblo. No creemos en aventuras o carreras personales, especialmente de individuos de las 3 comunas de altos ingresos, sin trayectoria ni programa.
En segundo lugar, consideramos que este programa debe ser impulsado desde dentro y fuera de la Convención Constitucional. En este sentido, el reglamento de la Convención debe permitir e institucionalizar la deliberación popular y ofrecer estándares de transparencia mínimos como la transmisión por TV de las sesiones de las y los constituyentes. Aquí se hace necesario señalar que los medios de comunicación masivos no pueden seguir siendo la voz del 20% más poderoso de la sociedad que niega, estigmatiza o criminaliza al 80% restante, como ocurre en las dictaduras. También, será necesaria la participación y movilización activa de la gente para evitar acuerdos entre la derecha y sectores neoliberales de la ex Concertación que afecten el bien común. En otras palabras, el desafío será estar “en los salones y en los jardines” de la sede de la Convención Constitucional.
En tercer lugar, se debe tener presente que la dispersión de los votos favorables a los cambios (78%) en una cantidad excesiva de candidaturas puede significar el triunfo electoral de la minoría de altos ingresos (el 20%, que reside en las 3 comunas ricas). La sociedad deberá encontrar los mecanismos para levantar candidaturas capaces de triunfar, con programas y trayectorias genuinas de cambio, esto es, debe prevalecer el bien común ante el interés particular de partidos o personas.
En cuarto lugar, los “especialistas” creen posible una reducción de la participación en las próximas elecciones lo que podría afectar el apoyo al proceso de cambio. Sobre esta materia creemos que se debe insistir en promover una amplia participación popular en las elecciones, el 50% de ciudadanía que no participa podría desbordar los cálculos y acuerdos cupulares de los partidos que se oponen a los cambios. Nuevamente el voto popular vale por dos.
Para ir terminado, por “cambios” entendemos la des-contitucionalización del neoliberalismo en materias políticas y económicas. La nueva Carta Magna deberá garantizar los derechos sociales fundamentales y permitir los cambios en la economía que hagan posible su concreción en la realidad. Vale decir, se deberá avanzar en cambios democratizadores al sistema político y modelo económico.
Finalmente, cuando proponemos vincular las luchas inmediatas (agenda corta) con las contiendas de mediano plazo (proceso constituyente), lo hacemos porque creemos que existen avances parciales, pero reales que pueden orientar los cambios estructurales. Podemos citar las conocidas experiencias de Valparaíso o Recoleta, pero ilustraremos con un triunfo popular menos conocido: La inauguración del Barrio La Maestranza 1 de Ukamau.
Este 31 de octubre 424 familias de Ukamau comenzaron a mudarse a su nuevo barrio. Éste se encuentra en el centro de la ciudad, cuenta con amplios espacios comunes y áreas verdes, sedes sociales, estacionamientos y viviendas de 62 m2. Fue diseñado en un proceso participativo, y conquistado a través de un proceso de lucha y organización. Vale decir, fue capaz -en los hechos- de doblar la mano a las lógicas del mercado.
En síntesis, para democratizar el proceso constituyente creemos que se debe vincular la agenda corta con el proceso de cambio constitucional, anteponer el programa a los “rostros” y defenderlo dentro y fuera de la Convención, diseñar estrategias efectivas para la lucha en la calle y la urna, y definir como meta el cambio democratizador al sistema político y modelo económico.